Colón y Japón: El viaje hacia Cipango

Publicado el 30 de octubre de 2024, 18:10

Antes de la salida de la expedición estadounidense liderada por el comodoro Matthew Calbraith Perry (1794-1858), oficial elegido para irrumpir en Japón con la idea de crear relaciones de comercio a mediados del siglo XIX, y antes de contar con la información que proporcionaba el Estado holandés, Occidente ya era consciente de la existencia de Japón gracias a las historias de Marco Polo tras su retorno a Venecia en el año 1295.

“Cuando en 1295, Marco Polo regresó a Venecia de su larga travesía en Asia, el habló a los europeos […] de la existencia de una gran isla frente a la costa de Catay (China) a la que llamó Zipangu (nipón) […]. Puso ante ellos los mapas que había hecho y llevado a casa, con una inscripción escrita en la costa del mar amarillo: "hay una gran isla al este”.                                                                                                                                                                                                                                (Comodoro M. C. Perry, 1856:4)

 

 

Las anotaciones de Marco Polo sobre su viaje por la ruta de la seda y su estancia en el imperio mongol proporcionaron información sobre la ubicación de Japón y sobre el coraje de sus gentes al resistir al ejército de Kublai Khan el conquistador tras sus intentos de invasión en 1274 y en 1281:

Cipango es una isla al Levante que está a 1500 millas apartada de la tierra en alta mar. Los indígenas son blancos, de buenas maneras y hermosos. Idolatras y libres, y no están bajo la señoría de nadie. Tienen oro en abundancia, pero nadie lo explota porque no hay mercader ni extranjero que haya llegado al interior de la isla. […]Es una isla muy rica cuya riqueza es incalculable. El Gran Khan (Kublai) quiso apoderarse de ella […].”         (Marco Polo, 1983: 133-135)

 

Según Marco Polo, había multitud de islas ricas en especias y oro en el mar de Cin, es decir, en los mares de Japón, de China y del gran archipiélago de las Indias. Narra la riqueza de una cadena de islas llamada Cathay, donde estaba Zipangu (Japón) "la extremidad oriental del mundo conocido de los antiguos y de los árabes". Soñaba con poder establecer una ruta comercial que conectara con las fructíferas tierras de Cipango (o Zipangu) tras haber sido dominadas por el gran Khan al que servía.

 

La primera mención europea del nombre de Japón se encuentra en el libro de Marco Polo cuando hace referencia a Zipangu, del chino Jih-pen-kuo.  Su libro fue muy conocido en el siglo XIII, pero acabó siendo tachado de fantasioso al contradecir las teorías geográficas y cosmológicas de la época. Los manuscritos de Marco Polo fueron rescatados y estudiados por Cristóbal Colon (1451-1506), quien siguió sus escritos con la idea de poder llegar a esa isla de Cipango donde encontraría tales riquezas. Pero un error en la medición de Marco Polo en la longitud de China, colocada a 15 horas (225°) Este del meridiano de Génova, hizo que Colón calculara que la isla de Zipangu debía estar a mucho menos de 9 horas (135°) Oeste, y que acabara en América.

Cuando Colón llegó el 14 de noviembre de 1492 a las costas de Cuba, pensó que había llegado a Cipango al juzgar que aquel territorio era parte de "aquellas inumerabiles islas que en los mapamundos en fin del Oriente se ponen". Algunos historiadores han defendido que Cristóbal Colón murió pensando que había llegado a una de esas islas que nombraba Marco Polo, sin entender que realmente había llegado a un nuevo continente. Unas afirmaciones que pondría bastante en duda.

Cuando Colón regresó el 4 de Marzo de 1493, dejó correr la noticia de que regresaba de Zipangu, trayendo de allí oro en abundancia. Aunque no estaba del todo seguro de a donde había llegado, optó por declarar que había sido a la isla de Zipangu (Cipango), que había sido su objetivo principal. Le preocupaba tanto el no haber llegado a su destino que, cinco días antes del descubrimiento de Guanahani (primera isla en la que desembarcaron), deseaba llegar primero a tierra firme, refiriéndose al continente asiático, y después llegar a las islas donde se encontraba Cipango. 

Izquierda, representación pictórica del Comodoro Perry realizada en Japón. Derecha, fotografía real del Comodoro Perry.

 

 

Una de las hazañas que sembraron el deseo estadounidense por llegar a Japón en el silgo XIX, fue el hecho de poder enriquecer su patria:

“[…]los esfuerzos de exploración de la nación (Japón) […], estaban reservados a los nuestros, los más jóvenes de la nación, para derribar al fin las barreras con que se había rodeado este singular pueblo; y ser el primero, en estos tiempos modernos, en establecer con ellos un tratado de amistad y comercio el cual pretende […]formar, como deseamos, un paso inicial en la introducción de Japón en el circulo comercial nacional.”        (Comodoro M. C. Perry, 1856:4)  

 

Consideraban que era suyo el legado de crear un tratado comercial que abriera libremente las puertas de Japón al mundo occidental y que lo introdujera en el paradigma económico europeo. Se veían como los herederos del legado de Cristóbal Colón, quien rescató los escritos y los mapas de Marco Polo en el siglo XV:

 “La historia escrita y los mapas de Marco Polo habían […]sido olvidados. Por fin, en el siglo XV, cayeron en manos de […]Cristóbal colón, cuya fuerte mentalidad viajaba entonces a la convicción […]de que debe haber, al oeste de Europa, grandes extensiones de tierra en ese momento completamente desconocidas. Fue Zipangu donde esperaba y deseaba encontrar el fin de su viaje. […] cuando desembarcó en Cuba creyó haber alcanzado la meta de sus anheladas esperanzas. No sabía que un continente le impedía el paso entre Europa y Zipangu; […]. Pero, aunque no se destinó a encontrar y abrir Japón a la cristiandad, sucedió, por orden de la Providencia, que en el continente que descubrió y que le cerró el camino a la tierra que buscaba, ha crecido una nación que ha realizado una parte de su obra contemplada y cumplió una parte del plan que lo atrajo hacia el oeste. […]”       (Comodoro M. C. Perry, 1856:5)

 

 

Con estos argumentos sentían la convicción y el derecho a convertirse en la nación que pusiera a Japón en “plena y libre” comunicación con el resto del mundo:

“una nación que ha tomado, […]el extremo del hilo que, en las costas de América, se rompió en las manos de Colón, y lo ató de nuevo a la bola del destino, lo ha hecho rodar hacia adelante hasta que, […]ha llevado a los habitantes nativos y civilizados de la tierra descubierta por el gran genovés a plantar sus pies en la lejana región de su búsqueda, y esto cumple su deseo de traer Zipangu dentro de la influencia de la civilización europea.”        (Comodoro M. C. Perry, 1856:5)

Bibliografía

 

Comodoro M. C. Perry (1856) Narrative of the expedition to the Chine seas and Japan 1852-1854, Washington, Beverley tucker senate printer.

Polo, M. (1983), Libro de las maravillas, Anaya.

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